Cuando alguien que amas muere, se lleva parte de tu alma o te quedas con parte de la suya.
Cuando alguien que amas muere, todos los recuerdo de risas se vuelven llanto de tanto extrañarle, todas las riñas son inútiles y sin sentido.
Son esos mismos recuerdos que tienes, el inventario de los muy buenos, los regulares y los desagradables; todos son parte de la convivencia, pero frente a la muerte nos hacen cuestionar si realmente dimos suficiente amor, si dijimos suficientes te quiero, si dimos suficientes abrazos y besos y creo que frente a la muerte… ¡La respuesta es no!
Cuando alguien que amas muere, lo ves en todos lados; en el amigo que llega, en las carcajadas que escuchas, en el viento que silba, en algunas miradas y rostros.
Cuando alguien que amas muere, creemos que se adelantó, que murió antes de tiempo. El tiempo es inclemente pasa solo sin repeticiones; no puedes controlarlo, tampoco el morir, así que el trabajo es la aceptación.
Decido frente a la muerte del ser que amo hacer conciencia y aprovechar con más calidad el tiempo que no sé que tengo. ¡Más abrazos, más te amo, más compartir y más reconciliación!
Dedicado a mi hermano José Gregorio, nuestro popular Repele y a todos los hermanos maravillosos del mundo que ya no están en este plano.